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Angustia

Agitó la cabeza. Con los ojos apretados y dos pequeñas manos tapando sus oídos, la niña lloraba escondida en el tronco hueco de un árbol. No muy lejos, el corazón de un cerdo se aceleraba al leer en un destello de acero la fatalidad de su suerte.

Tras un banco de madera con ancho suficiente para sostener el lomo al cebón, cuatro mujeres con ánimo arremangado entre baldes, machetes y cuchillos aguardaban a que otros tantos hombres sacasen del cubil al sentenciado a muerte…

Ángela Banzas – La sombra de la rosa

-AI y posterior edición.

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